domingo, 29 de septiembre de 2013

Ella y su sonrisa.

En algún momento del día,mientras buscaba hostal donde dormir,ella pensaba en aquella mirada en la que se fijó justo antes de bajarse del tren. También bajó en la misma parada.
Casualidad?,
Destino?
-Tonterías,no sé ni quién es- pensó.
Pero seguía apareciéndose por su cabeza a lo largo del día varias veces.

Encontró un pequeño hostal en un callejón,que,aunque no fuese gran cosa,era suficiente para empezar.Y se puso a repartir curriculums por toda la ciudad.Era consciente de que si esto no salía bien,tendría que volver y estaría mal,y era inconsciente de que sigue mal aunque esté allí.

Cuando terminó de repartir los papeles con esa esperanza tan peculiar,se dio un paseo de reconocimiento,para situarse en la ciudad y saber donde estaban los sitios.Llegó a la estación con paso nervioso,y para variar,él seguía ahí. No sabía si acercarse o no,lo notaba preocupado,quizá necesitaba estar solo,quien sabe.

Decidió acercarse,y sentarse en el mismo banco como quien no quiere la cosa.Él estaba muy concentrado en sus hojas,cuales ella desconocía de qué eran.Veía pentagramas y notas,pero no entendía nada.Ella siempre ha sido más de escuchar música que de componerla,aunque le gustaría aprender.
Tras media hora sentada mirándole de reojo,al final él junto a uno de sus supiros levantó la cabeza y la vio.

Hubo un instante en que se paró todo,eran el y ella,en un banco,en una ciudad perdida,solos.
Suena bonito,qué digo bonito,perfecto!

Estuvieron poco rato hablando,puesto que empezaba a refrescar,ella iba con unos bonitos tirantes rojos que le resaltaban por su tez pálida,y empezaba a tener frío.Aunque,todo hay que decirlo,no veía la hora de irse.
Él le dijo que no tenía donde dormir,que había perdido su cartera,y ella,no vio oportuno invitarle al hostal puesto que no se conocían a penas,pero si que le dejó un dinerillo para que se buscase un sitio.

Se despidieron,ella marchó al hostal a abrigarse.En su cabeza seguía la imagen de la preciosa sonrisa que tenía,era la sonrisa más bonita que había visto nunca.
Aceleró el paso y tras preguntar a varias ancianas de la ciudad encontró el hostal,y se acomodó.
Le esperaba una noche larga.

A propósito,el atontamiento que llevaban cuando hablaron les hizo olvidar presentarse,y no sabía ni su nombre,ni número de teléfono,nada. Seguía igual que al principio,pero ahora le costaba sacárselo de la cabeza.

Y según se adentraba la noche ella comenzaba a pensar todo lo que le atormentaba,así que cogió el cuaderno,escribió su mal estar y decidió abrigarse un poco y salir a dar una vuelta para ver qué ambiente se cocía por la noche por esas calles.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Música para mantenerle vivo (Él)

Alguien más había descendido en aquella última parada. Era la única persona de su edad de aquel frío lugar. El joven se frotó los brazos y comenzó a avanzar sin dejar de mirar de soslayo a aquella chica...

Cuando encontró la puerta que lo guiaba al exterior la abrió rápidamente y subió los pocos escalones que le separaban de pie de calle. No sabía dónde se encontraba siquiera; debía de ser mediodía, y fue a coger la cartera del bolsillo trasero de su pantalón cuando se dio cuenta de que no estaba ahí. Apoyando la mochila en un banco cercano comenzó a buscarla frenéticamente, sin éxito.

– Fantástico. – Murmuró, dejándose caer en el banco y pasándose la mano por su cabello negro. En una ciudad desconocida, sin apenas ropa para cambiarse y, para colmo, sin dinero.

Acarició con la yema de los dedos su pequeña libreta de partituras, la cual ahora no tenía intención de soltar, por miedo a que le quitasen lo único que le mantenía vivo.

Su música.

Volvió a sentir las ganas de llorar; impotencia. Esa sensación se había asentado en su corazón y no le abandonaba.

Se tragó las lágrimas y parpadeó rápidamente para volver a escudriñar con sus ojos azules, algo brillantes por lo cerca que había estado a llorar, la calle. No había ni un alma. Se reclinó en el banco, mascullando algo que no se entendió. Después sacó el bolígrafo negro del bolsillo de la chaqueta, y abrió una página de su libreta; necesitaba crear.

Las partituras volvieron a llenarse de tinta y un piano resonaba en su cabeza por algún tipo de magia.

Se olvidó, por unos instantes, que estaba solo y que Destino no estaría de su parte.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Ella,inseguridad y esperanza.

Ella intentaba dejar la mente en blanco mientras se acercaba a la estación y sus labios sabían a esperanza.Esa esperanza que a todos nos gustaría probar,pero sobre todo sentir.
Su alma vestía de colores oscuros,como ella,y con su paso firme compró un billete hacia la última parada de ese tren,que no sabía ni pronunciar el nombre del lugar,pero del que había oído hablar y soñaba con ir.

Había estado mucho tiempo esperando este momento.El momento en el que ella se largaría de todo lo malo que le rodeaba e intentaría empezar de 0.
Pero...si te vas,los problemas te persiguen si los sigues teniendo en la cabeza,y eso es algo que ella intentaba ignorar;ingenua.

Se montó en el tren intentando disimular tranquilidad mientras en sus auriculares sonaba una típica canción de The Police que en teoría siempre le había relajado.Tenía el cuaderno a mano,por si en algún momento del viaje tenía una emergencia y necesitaba escribir.

En su cabeza tenía mil y un cosas,pero sobre todo preguntas sobre qué iba a hacer ella nada más llegar allí.
Iba a salir todo cómo ella tenía planeado?
En verdad conseguiría empezar de 0?
Estaba tan confusa como el que busca calor ilimitado en una noche que tiene límite de horario.

Y ahí se adentró en la aventura,en kilómetros de olvido que según transcurrían poco funcionan para olvidar aquello que le agobiaba.
Dicen que la distancia a veces no son más que números,también puede que dependa de la situación,y ella poco a poco lo iba a ir comprobando.

Con los nervios a flor de piel,poco antes de llegar volvió a escribir la inseguridad que se le notaba en los ojos,las palabras que dejaba caer en el cuaderno se veían como movidas,por los nervios y los baches de las viejas vías de aquel tren.Recogió todo para bajar en esa última parada,a penas quedaba gente en el tren,cuatro gatos y aquel chico en el que por un instante quedó clavada su mirada.Cuando pudo volver a reaccionar,se acercó a la puerta del tren y se bajó.

Y,ahora qué?
Empieza la aventura,no?

El tren de la felicidad. (Él)

Aquel día él no se hallaba en las vías del tren, sino en la abarrotada estación a hora punta. Con su habitual vestimenta discreta y una mochila al hombro, había abandonado su piano y, con él, su hogar, y había sacado un billete en dirección a alguna parte. ¿Realmente importaba a dónde fuese?

Oyó llegar el tren y notó cómo la masa de gente iba arremolinándose a su alrededor para subirse a él, armados con sus maletines y sus grisáceos trajes. Con el corazón en un puño y el estómago encogido, el chico dio un paso al frente. Por unos instantes pensó que realmente no sabía a dónde iba, dónde acabaría y si tendría siquiera dinero para costearse un alojamiento allí.

Pero tenía el billete, la mente gritándole que se moviese hacia delante y el rostro pálido. Dio el fatídico paso y ya estaba en uno de los vagones de aquel tren. No había sitio para sentarse, así que deambuló entre vagones durante unos minutos hasta encontrar un sitio vacío, entre una anciana mujer y un hombre con su hija, la cual parloteaba alegremente sobre algo que no lograba comprender.

O no quería comprender;
era la alegría desbordante de la niña lo que le hacía recordar...
Que hacía tiempo él también había sido feliz,
así de feliz.

Se mordió el labio con fuerza y sacó una pequeña libreta con partituras dibujadas anteriormente a mano. La música comenzó a acallar las voces en su cabeza aunque sólo trazase las figuras sobre el débil papel con sus largos dedos de pianista, con su bolígrafo de tinta negra, con su corazón.

En algún momento, el tren se paró, y él no bajó... Hasta la última parada. Una vez el tren se detuvo finalmente, pisó una nueva estación, fría y desierta.

¿Qué iba a hacer ahora?

domingo, 15 de septiembre de 2013

Él, y la partitura que se llevó el viento.

Hay algunos que dicen que en otro lugar en este mundo hay alguien esperándonos. En eso pensaba él, en el trayecto final de unas vías de tren que recorrían muchísimos kilómetros, únicamente acompañado por el Silencio y una partitura en la que escribía con su habitual bolígrafo negro de tinta líquida.

Él era la canción que nadie quería escuchar, la calle que nadie quería recorrer, el libro que nadie quería leer; sin embargo, muchos se asombraban ante sus obras musicales expuestas en las redes sociales ocultas tras un pseudónimo.

Quizás por esa razón él se sintiese el fantasma de su música, la sombra, la mano que únicamente la escribía...

Sus pantalones vaqueros, rotos, se divertían arrastrando los bajos por el suelo polvoriento de aquel seco lugar del centro de la península. Su camiseta era sencilla, oscura, como su mirada; tras ella podían ocultarse los más oscuros abismos por los que sólo él se atrevía a saltar, siempre en la más agonizante soledad.

¡Joder! – Gritó.

Necesitaba gritar.
Algo le oprimía el pecho, las ganas de repetir su acción.

Pero no lo hizo.

Simplemente, se sentó lentamente en el suelo de tierra roja, pedregoso y poblado de hierbajos secos, dobló las rodillas y escondió su cabeza entre sus piernas, emitiendo un sollozo sordo que llevaba demasiado tiempo oculto tras la tráquea.

Se abrazó las rodillas con fuerza, olvidándose de sujetar con la misma energía el folio de una bonita partitura de piano dedicada a una chica a la que no conocía más que de pasada, "La chica del tren", una muchacha a la que él estaba seguro de que no volvería a ver.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y se dio cuenta de que no estaba del todo muerto por dentro (ni por fuera).

El folio se fue alejando con las rachas de viento, enganchándose en los obstáculos y continuando un extraño vaivén que formaría su trayecto.
Y él se quedó ahí.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Ella es todo

Caminaba con los pies calados pero no se notaba. Se le veían en la mirada todos y cada uno de los sueños rotos y aunque estaba lloviendo llevaba gafas de sol para ocultarlos. Algunos decían que era rara, otros especial, quizá hasta puede que pareciese interesante. Pero sólo los pocos que se fijaban realmente en ella se morían de ganas de conocerla.

Pasaba desapercibida, no era nada del otro mundo. Jamás buscó destacar, por eso vestía con colores fríos, oscuros, tal vez no sólo por no destacar, sino porque también le representaban. Ella era lo que vestía, los sueños rotos que escondía, todo lo que estaba viviendo. Ella era Todo, pero nadie lo sabía realmente.

Por dentro un agujero en el pecho, el alma con puntos que se veían desde lejos. Quizá, sólo quizá estuviese esperando un cambio de sentido, una señal que le dijese que era el momento de salir corriendo. Quizá, sólo quizá, buscase el momento de decir adiós a todo, incluso a ella misma.

Se fijaba en el reflejo de las luces en el suelo mojado cuando caminaba, en las luces de la ciudad que tanto odiaba pero de la que no podía escapar porque siempre terminaba volviendo. Al horizonte de sus pensamientos empezaba un mundo paralelo, donde intentaba imaginar su vida algo mejor, pero todo seguía igual, ni los sueños terminaban de ser reales.

Tenía la realidad escrita en los labios de tal manera que nada la salvaba. Todas las noches, antes de enfrentarse a la batalla de cada madrugada contra el insomnio, cogía el cuaderno que guardaba todas y cada una de sus guerras mentales desde los 12 o 13 años e intentaba buscar algún tipo de alivio escribiendo.

Ya que dibujar nunca fue lo suyo, de alguna manera tenía que intentar hacer algo por sentirse mejor, puesto que al mirarse al espejo volvía a caer en el sucio bucle de siempre. Sus pupilas hacía mucho tiempo que eran frías, que el gris se veía más que el azul en sus ojos. Lo que pocos sabían era que era fuerte,aunque hacía tiempo que se conformaba...



También ha dejado las canciones alegres; la banda sonora de todos sus días sólo habla de soledad, alcohol y poco más.
Sentía que por cada paso que da retrocede dos, y así todos los días.

De pronto se paraba en el puente que daba a las vías... Qué bonitas, ¿Eh?

A saber a donde llevarían, las ganas de ir lejos aumentan cada vez que pasaba por ahí. El recorrido de siempre que no parecía ser el de siempre al ir distraída consigo misma. 

Siempre lo digo, para variar, pero hablar en tercera persona de uno mismo siempre es más fácil. 

Sin ningún fin.