lunes, 23 de septiembre de 2013

Música para mantenerle vivo (Él)

Alguien más había descendido en aquella última parada. Era la única persona de su edad de aquel frío lugar. El joven se frotó los brazos y comenzó a avanzar sin dejar de mirar de soslayo a aquella chica...

Cuando encontró la puerta que lo guiaba al exterior la abrió rápidamente y subió los pocos escalones que le separaban de pie de calle. No sabía dónde se encontraba siquiera; debía de ser mediodía, y fue a coger la cartera del bolsillo trasero de su pantalón cuando se dio cuenta de que no estaba ahí. Apoyando la mochila en un banco cercano comenzó a buscarla frenéticamente, sin éxito.

– Fantástico. – Murmuró, dejándose caer en el banco y pasándose la mano por su cabello negro. En una ciudad desconocida, sin apenas ropa para cambiarse y, para colmo, sin dinero.

Acarició con la yema de los dedos su pequeña libreta de partituras, la cual ahora no tenía intención de soltar, por miedo a que le quitasen lo único que le mantenía vivo.

Su música.

Volvió a sentir las ganas de llorar; impotencia. Esa sensación se había asentado en su corazón y no le abandonaba.

Se tragó las lágrimas y parpadeó rápidamente para volver a escudriñar con sus ojos azules, algo brillantes por lo cerca que había estado a llorar, la calle. No había ni un alma. Se reclinó en el banco, mascullando algo que no se entendió. Después sacó el bolígrafo negro del bolsillo de la chaqueta, y abrió una página de su libreta; necesitaba crear.

Las partituras volvieron a llenarse de tinta y un piano resonaba en su cabeza por algún tipo de magia.

Se olvidó, por unos instantes, que estaba solo y que Destino no estaría de su parte.

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